Bóveda de crucería de arista. Torres de Quart, Valencia

martes, 28 de diciembre de 2010

Proezas del transporte (2): La Prehistoria


La segunda experiencia de Bougon, citada en la entrada anterior, demuestra que cada hombre puede desplazar en un trabajo coordinado más de 1.500 k.

Un caso más reciente, que ha alcanzado una mayor repercusión por la fama del monumento, fue la erección de un trilito de las mismas dimensiones que los que conforman Stonehenge. La experiencia fue organizada por el ingeniero Mark Withby y el arqueólogo Julian Richards en 1997. De forma resumida, la operación supuso en el arrastre y la erección de dos jambas y su dintel correspondiente, réplicas en hormigón de elementos arqueológicos del Stonehenge “verdadero”. El sistema consistió básicamente en el arrastre de los monolitos sobre rodillos de madera (engrasados con sebo para reducir el rozamiento) con sogas de cuerda ( ¡de 145 m. de longitud !) y su erección mediante el basculamiento de la jamba en un hoyo. Para ello debió de construirse una rampa de tierra que finalizaba sobre dicho hoyo, y se asomó al vacío el monolito más de 1/3 de su longitud (es decir, cerca de su punto de equilibrio pero sin llegar a él). El basculamiento del monolito sobre el hoyo se hizo de una forma controlada e ingeniosa: se fue añadiendo peso al extremo de la pieza hasta que éste giró. La piedra quedó entonces dentro de su hueco en la base y apoyada en el terraplén formado por la rampa. Para la colocación en vertical se tiró de su extremo superior a a través de un caballete. Una vez los dos pies erigidos, el dintel se colocó mediante acarreo a través de una rampa de menor pendiente. La carga máxima desplazada fue de 40 Tm (cada una de las dos jambas). Se utilizaron 145 voluntarios en los trabajos. Los directores de la experiencia, extrapolando los datos de la misma afirman que con tal número disponible de trabajadores y con tal tecnología, Stonehenge –en rigor, la parte megalítica del monumento- pudo haberse construido en menos de una generación, unos 20 años. La conclusión de Withby: "I think these Stone Age men were pretty ingenious" (“Pienso que aquellos hombres de la Edad de Piedra eran muy ingeniosos”) nos parece meritoria. ¿Por qué? Aparte de que creíamos que Stonehenge está datado en la Edad del Bronce, porque no hace falta sino observarlo bien para llegar a esta conclusión, sin necesidad de extender kilómetros de cuerda ni remover cientos de metros cúbicos de tierra (o el simulacro equivalente). Otras experiencias posteriores  producidas por la misma cadena de medios audiovisuales (Nova, 2010), sugieren que pudieron utilizarse para el transporte grandes rodamientos de piedra (esferas) deslizados sobre una calzada de madera.
 
Varios documentos gráficos en relación con las experiencias de Stonehenge.

 



Este tipo de experimentos, por interesantes que puedan resultar, no dejan en nuestra opinión la cuestión resuelta. Atendiendo a la regla de las 3 P, vemos que es posible que esta fuera la tecnología empleada, puesto que su aplicación ofrece unos resultados semejantes. Es incluso probable, dado que la interpretación de la técnica se ha realizado basándose en el conocimiento arqueológico de la sociedad que produjo el objeto y a una suposición acerca de sus competencias tecnológicas. Pero no queda probado que fuera éste el sistema. La evidencia sigue siendo la misma: hubo una solución a los problemas de los desplazamientos, pues de otro modo el monumento no habría sido construido. Dicho de manera más simple: el monumento está ahí, luego lo hicieron. Otras soluciones conjeturales, basadas en los mismos principios y a partir de la misma tecnología, serían igualmente probables. Examinando el caso, pienso que se podría mejorar todavía el método, de manera que hicieran falta –por ejemplo- menos operarios para el desplazamiento horizontal de la losa de Bougon. Pero nunca se tendrá la certeza.

Para empezar, la recreación Withby-Richards, a la vista del documental, no puede considerarse arqueológica ni demasiado seria; la abundancia de medios modernos para solventar los problemas de aplicar una tecnología rudimentaria es apabullante. Pero incluso admitiendo que probablemente la técnica de construcción original sea muy similar a la reproducida, debemos de reconocer que el principal problema de la realización de Stonehenge es otro. Los pesos de sus monolitos, aunque grandes, no son extremos: son cargas que los constructores de Bougon desplazaban casi dos mil años atrás. Alguna de las canteras de Stonehenge se localizan en Marlborough, que dista unos 40 km. Semejante distancia recorrida por no uno, sino varias decenas de monolitos, sobre una calzada que tuvo forzosamente que existir y que no ha dejado huellas, (a lo que parece) permite plantearse de que la tecnología fuera todavía más desarrollada y que incluyera unas amplias labores suplementarias de ingeniería (las de caminos) y eventualmente la tracción animal, extremo éste que es negado en general cuando se analiza la tecnología de la Prehistoria. Suponemos que por que no hay evidencias arqueológicas de su uso en el contexto de las construcciones estudiadas. Pero tampoco las hay del empleo de rodillos de madera, cuyo existencia se acepta sin embargo por ser necesarios. O el caballete para acabar de izar el monolito hasta la vertical y que se parece sospechosamente a los representados en los relieves romanos. Actualmente los investigadores creen que los monolitos de bluestone proceden de canteras de Gales alejadas más de 250 km. lo que, en principio, hace descartar la hipótesis de un transporte exclusivamente por vía terrestre. Algunas experiencias realizadas en 2001 se revelaron sumamente dificultosas y un intento de transporte marítimo resultó fallido (ver más abajo). El transporte de una carga con varios embarques y desembarcos a lo largo de una gran distancia implica no sólo la organización de una comunidad, sino de todo un territorio.

En el caso del túmulo de Bougon, anterior en más de un milenio a la parte más antigua de Stonehenge (túmulo de tierra), la información consultada sobre de la reproducción de estas experiencias no nos ofrece propuestas verificables sobre la operación técnicamente más compleja: la colocación de un monolito de 90 Tm. de peso (casi el triple que el de la pieza trasladada en el siglo XX) que forma la cubierta de la cámara del túmulo A, que tiene además pilares exentos interiores. Las otras reconstrucciones llevadas a cabo y que se muestran en el parque arqueológico de Bougon se han ceñido a piedras de bastante menor peso y si pueden resultar instructivas como aproximación general de las técnicas en cuestión, están lejos sin embargo de resolver todas las incógnitas tecnológicas que estas construcciones plantean. 


 
Ejemplo de construcción de un túmulo en el Parque arqueológico de Bougon (Deux-Sèvres, Francia) con piezas cuyo peso mayor no excede de 4,5 Tm.


Lo verdaderamente  interesante sería utilizar la reconstrucción arqueológica en los casos más desfavorable. Por poner un ejemplo, trasladando el mayor monolito de Stonehenge durante 40 km. a través de la campiña de Salisbury, o desplazando hasta su ubicación definitiva las 90 Tm de la mayor losa de Bougon. Añadimos algunas propuestas para revivir las experiencias del pasado:


 
Interior del “Dolmen de la Menga” (Antequera, Málaga). Construcción tumular que se supone realizada en el Calcolítico (aprox. 2.500 a.C.) y una de cuyas losas de cubierta tiene un peso estimado de 180 Tm (es decir, el doble que el mayor monolito de Bougon y más de cinco veces el peso de la experiencia Mohen-Poisonnier).



 El Gran Menhir (Menhir brisé) de Locmariaquer (Morbihan, Bretaña francesa), de 20,6 m. de longitud inicial y 280 Tm. de peso (es decir, en torno a 7 veces el peso de una jamba de Stonehenge). Se data ca. 4700 a.C. 

No hay consenso acerca de si el Gran Menhir fue realmente levantado y después  derribado por un terremoto, o cayó, fracturándose en cinco trozos, en el momento de la erección. Otra hipótesis supone que fue rebajado por la parte inferior para hacerlo caer. El yacimiento de ortogneis más próximo dista 10 km. del emplazamiento. Como de costumbre, tampoco fue la única piedra gigantesca que hizo este viaje. Se ha supuesto para este ejemplo un transporte fluvial, atado a una almadía sumergida gobernada por piraguas (Le Roux). 


 
De nuevo se trata de una hipótesis sin evidencias arqueológicas, pero en consonancia con operaciones similares que se sabe que se realizaron en el Antiguo Egipto para el transporte de cargas notables, como los obeliscos (Se construía en dique seco un barco bajo el monolito que posteriormente era arrastrado por la crecida del Nilo. La diferencia es que los barcos egipcios llevan la carga en la cubierta y en esta propuesta ésta se halla sumergida pero flotante).  (Procedencia de esta imagen.) En 2000 se intentó un experimento basado en una idea similar para transportar una réplica de uno de los monolitos de Stonehenge (The Millenium Stone Project) que terminó en un rotundo fracaso: la piedra se hundió.

Son las experiencias realizadas a partir de los problemas específicos de estos casos los que realmente darían la medida del desarrollo tecnológico de las culturas prehistóricas, de la misma manera que en nuestra época dicho desarrollo se mide por los grandes estadios olímpicos y no por los modestos polideportivos municipales, aunque las técnicas para construir ambos tipo de equipamiento estén muy relacionadas.


Mis conclusiones propias sobre este asunto son las siguientes:

  • La reconstrucción de estas técnicas ofrecerá siempre hipótesis probables, pero no hechos comprobados. El razonamiento, aun apoyándose en las evidencias arqueológicas, no es sano:  ña premisa de que “de alguna manera lo hicieron” lleva al investigador a olvidar que en su cabeza hay varios milenios de desarrollo de técnicas basadas en los mismos principios, y al final a deducir que “una de ésas” es la que busca.
  • La evaluación del trabajo a partir de la técnica reconstruida o estimada siempre arroja un número de recursos (en operarios y horas-trabajo) que apuntan una sociedad mucho más desarrollada que lo que la Arqueología ha documentado hasta la fecha. Ante lo contradictorio de esta hipótesis se produce un re-planteamiento del problema tecnológico con vistas a desarrollar o sustituir las técnicas  previamente deducidas por otras de mayor efectividad, de modo que en cada “revisitación” la capacidad tecnológica para el mismo hecho se ve ampliada. Dicho de otro modo: cuanto más se considera el asunto de las antiguas construcciones, menos torpes resultan sus autores.
  • Las experiencias de reconstrucción arqueológica son parciales, tienen objetivos parciales o limitados en relación con el problema general, y se detienen cuando ofrecen resultados asimilables, aunque sean incompletos. Dan la impresión de llenar un hueco originado por una incógnita más que de proveer de una base a una investigación.

¿Quizá algún día las autoridades culturales o los medios de entretenimiento estarán dispuestos a financiar una “gran empresa prehistórica” de ingeniería civil?  Entretanto, como decíamos antes, la mera observación de las evidencias, nos sugiere la siguiente reflexión, con el permiso de Mr. Whitby: "Aquella gente de la Edad de Piedra era mucho más ingeniosa de lo que estamos dispuestos a reconocer".


Algunas referencias

Los  mayores monolitos del mundo    

Túmulo A de Bougon

Grand Menhir de Locmariaquer

Millenium Stone project

NOVA: Secrets of Lost Empires: Stonehenge (feb. 1997) - Experiencia Withby-Richards

Técnicas constrcutivas en Stonehenge

martes, 21 de diciembre de 2010

Proezas de transporte o la construcción épica (1)

Uno de los aspectos más llamativos de la construcción pétrea es indudablemente la resolución de los problemas derivados del movimiento de grandes pesos. En las próximas entradas pasaremos revista a algunos de los casos, no necesariamente los más espectaculares, cuya ejecución supuso un considerable esfuerzo tanto de medios como de ingenio por parte de los antiguos constructores. De entrada, debemos recordar que la filosofía de este blog es reflexionar sobre la construcción antigua a partir de su realidad material. Las especulaciones acerca de los medios auxiliares empleados, cuya deducción es precisamente el método para dar la solución al “problema” de cómo fue posible realizar los monumentos con despiece gigantesco, se alejan de nuestra intención porque precisamente tales medios -casi siempre efímeros- no suelen dejar en la propia construcción una huella significativa. El ejemplo clásico es el conjunto de técnicas que permitieron el acarreo y la elevación de los bloques utilizados para erigir la Gran Pirámide de Giza, obra que ha hecho correr ríos de tinta (puede el lector curioso recorrer Internet para darse cuenta de ello) y cuyo esclarecimiento, en nuestra opinión, está todavía lejos.

 
Una imagen tópica: el tamaño de los sillares de la Gran Pirámide


A las huellas de tipo arqueológico que puedan ser perceptibles en los propios monumentos o en su entorno, hay que añadir la información aportada por las representaciones históricas sobre estos trabajos. Salvo aquéllas que están próximas a nuestra época, y forman parte de nuestras coordenadas intelectuales por cuanto son informaciones de naturaleza técnica que nos son comprensibles, las imágenes que nos ha legado el pasado sobre estos trabajos extraordinarios –más adelante insistimos en que el movimiento de los grandes monolitos siempre debe de ser considerado así- han de ser estudiadas con cautela. Así, el célebre relieve del traslado del coloso de alabastro de Djehutihetep (¿XI Dinastía? 1932-1842 a.C.) ha suscitado controversias porque las cuentas no cuadran: con un peso estimado de 60 Tm. y arrastrado sobre una narria, los 90 operarios repartidos en cuatro tiros que aparecen resultan ser insuficientes (puede calcular mentalmente el lector el reparto de carga por trabajador para comprender que la escena tal cual se representa es inverosímil). Aunque se nos ocurren argumentos a contrario. ¿Y si la representación no está a escala proporcionada y el bloque no medía 12 codos (6,25 m.) de altura? ¿Y si no es agua del Nilo lo que un operario derrama delante de los patines de la narria para reducir la fricción? Hay que pensar que no se trata de una representación técnica, sino de una imagen conmemorativa; no hay por qué rasgarse entonces las vestiduras: el espectador comprende de inmediato lo que la escena quiere transmitir, sin necesidad de descender a los detalles.

 
Reproducción de la pintura mural de la tumba de Djehutihetep (Al-Bersha, Egipto) que muestra el traslado de su estatua colosal.


La siguiente imagen, por el contrario, procede de un documento técnico: la memoria del traslado del Obelisco Vaticano, dirigida por el arquitecto Domenico Fontana en 1586. Las 327 Tm. de peso fueron desplazadas e izadas contando con 900 hombres, 75 caballos y un sinfín de sogas, tornos y poleas. No hay lugar aquí para la especulación, puesto que todos los problemas y sus soluciones están detalladamente descritos. 

 
Detalle de la erección del obelisco del Vaticano, Roma.
Domenico FONTANA, Della transportatione dell’obelisco vaticano et delle fabriche di nostro signore Papa Sixto V (Roma, 1589)



Por nuestra parte, me gustaría apuntar varios aspectos:


El movimiento de grandes bloques ha sido siempre una actividad excepcional


 
Traslado de un monolito conmemorativo de un antepasado en Bawemataloeo (Isla de Nias, Indonesia). Se necesitaron 525 personas y 3 días de trabajo.


Es evidente que el desplazamiento de esta piedra es, aparte de un esfuerzo, un acto solemne. Tampoco el viajero que recorriera la región de Carrara en 1928 esperaría encontrarse con esta imagen, donde se adivina que el traslado del monolito ha exigido la construcción de una calzada ex profeso.


 
Transporte de uno de los monolitos del Obelisco del Duce (actualmente Obelisco del Foro Italico, Roma).
  Jean-Pierre ADAM, La Construcción Romana. Materiales y técnicas, Editorial de los Oficios, León, 2002, p.30



La realización de obras extraordinarias ha sido siempre asociada a los ojos de la posteridad a capacidades igualmente extraordinarias.

En la siguiente imagen vemos una representación de la construcción de Stonehenge por parte del mago Merlín, ayudado por los gigantes, tal como la imaginó un anónimo amanuense medieval. Añádase a esto que se dice que Merlín hizo trasladar los grandes monolitos del henge inglés desde Irlanda … por los aires. 


 
Merlín ayudado por los gigantes construye Stonehenge.
Miniatura de WACE, Roman de Brut  (British Library, Ms. Egerton 3028,), s.XIV.


En este sentido, son frecuentes en la tradición europea las leyendas que asocian las grandes construcciones al Diablo (por ejemplo, el acueducto de Segovia). Así que cuando leemos que las pirámides mesoamericanas o egipcias fueron supuestamente construidas por una civilización extraterrestre estamos ante la actualización de dicha leyenda. 



La falta de experiencia previa hace que el profano tienda a considerar el problema del movimiento de una magnitud superior a la que realmente es.   

Es frecuente que los datos de partida, que siempre son el peso, las dimensiones de la carga a transportar y la distancia, disparen la imaginación del estudioso. Yo he visto a un cantero jubilado trasladar por el taller un dintel que pesaba seis veces más que él sin apenas esfuerzo. Pero claro, había un buen firme y se trataba de un hombre con experiencia. 



 La misma Gran Pirámide de la primera fotografía, pero en una zona construida con sillares mucho más pequeños.




Las técnicas utilizadas son siempre la combinación de principios muy sencillos

Principios conocidos empíricamente a pesar de que aún no se hubieran formulado teóricamente: la ley de la palanca, la disminución del rozamiento mediante la disminución de la sección del apoyo, la multiplicación de la fuerza de tiro mediante el principio de polea, el concepto de centro de gravedad o de descomposición vectorial de la fuerza aplicada.



La acumulación de experiencias previas (de nuevo el conocimiento empírico) conduce a la optimización de la técnica.

Esto contrasta con tratarse de actividades poco frecuentes, de las que probablemente en muchos casos no había suficientes experiencias anteriores. Por ello debe de pensarse que las técnicas no se aplican de manera ya desarrollada, sino a partir de sus principios y es el propio hecho, la propia proeza, la que permite ir perfeccionando sobre la marcha el método. Un ejemplo claro es la experiencia realizada en Bougon (Deux-Sèvres, Francia), a través de la interpretación arqueológica de uno de estos sistemas de transporte. En agosto de 1979 se intentó desplazar un bloque de caliza de 32 Tm mediante los recursos que se supone debieron de poseer los constructores de los túmulos de Bougon (IV milenio a.C.). La operación fue dirigida por el arqueólogo Jean-Pierre Mohen. Necesitó el esfuerzo de 200 personas accionando tres grandes palancas (troncos de madera) y haciendo desplazar el bloque sobre raíles de madera paralelos.



 
Instantánea de la experiencia de Bougon en 1979. 
Collin RENFREW, Paul BAHN
Arqueología. Teorías, Métodos y Práctica, Akal, Madrid, 1993, p.287


En junio de 1997 el también arqueólogo Bertrand Poissonnier repitió la experiencia, mejorando la técnica al hacer apoyar la piedra en rodillos sobre raíles e insertando unas manivelas en los mismos. Necesitó sólo 20 personas.


 
La misma piedra de Bougon, vuelta a mover en 1997. 


Puede inferirse que en el pasado se dieron situaciones semejantes de mejora del método a la luz de los resultados de experiencias similares anteriores. En otros casos el perfeccionamiento del método se origina a partir de ámbitos diferentes al de la ingeniería de la construcción. Se dice que cuando la erección del Obelisco Vaticano en la Plaza de San Pedro se obligó a los asistentes a un silencio total bajo severa pena, imaginamos que tanto para facilitar la coordinación de las órdenes a los equipos como para dotar de una grave solemnidad al momento. La cosa no iba bien, las sogas amenazaban con romperse. Entonces, un marino de San Remo gritó: Aqua alle funi!  (“¡Mojad las cuerdas!”). Las cuerdas empapadas aumentaron su resistencia y su fricción al girar en las poleas se redujo. Y de esta manera se consiguió levantar la mole. Ignoramos lo que de histórico hay en esta anécdota, pero lo cierto es que el humedecimiento de las cuerdas acabó siendo prescriptivo para el traslado de grandes cargas, como puede comprobarse en la siguiente ilustración.


 

 
Acarreo de una estatua sobre una narria. Obsérvese el operario que humedece la cuerda
Encyclopedie, s.v. ‘Sculpture’, tome 22, planche 25.